Tanto si es azul como blanco, el pescado cuenta, de forma general, con excelentes cualidades nutritivas para el organismo que, eso sí, se pueden perder con un cocinado muy prolongado. Así, cocinarlo a la plancha es sin duda una excelente opción ya que mantiene sus propiedades y además, nos ayudará a cuidar la línea. Estos son unos consejos para que, además de poco calórico, resulte exquisito.
- En primer lugar, hay que pedir en la pescadería que quiten las espinas del pescado y extraigan los lomos. No olvides pedir que te guarden, por otro lado, las espinas y la cabeza, ya que con ellas podrás elaborar sabrosos caldos y fumet.
- Ya en casa, corta los lomos en las raciones adecuadas a cada comensal. Mientras, pon a calentar la plancha que vayas a utilizar: es importante que esté muy caliente cuando pongas el pescado.
- Ayudándote de un cuchillo afilado, haz un corte en forma de cruz sobre la piel de cada porción de pescado: esto evitará que se contraiga sobre la plancha, lo que podría darle una desagradable textura gomosa.
- Lo siguiente que se debe hacer es embadurnar someramente cada trozo con aceite. Lo ideal sería un spray que lo distribuyera por toda la superficie, pero si no lo encuentras, pon un poco de aceite en la base de un plato y pasa por él el pescado, escurriéndolo a continuación.
- En este momento, y como la plancha ya estará caliente, ya puedes poner el pescado en la plancha. En primer lugar, hazlo por el lado de la piel.
- Deja que se cocine por ese lado y aprovecha para espolvorear un poco de sal. Cuando la piel ya tenga un bonito color tostado, pero sin llegar a quemarse, es el momento de darle la vuelta.
- Por el lado contrario a la piel, tardará bastante menos, por lo que debes prestar atención para que no cocine en exceso.
- Ya sólo queda retirarlo de la plancha y servirlo. Con una ensalada o unas verduras cocidas, tendrás el acompañamiento perfecto.